30 de novembre de 2025 - Primer Domingo de Adviento
Quieridos hermanos y hermanas en Cristo:
Espero que hayan tenido una hermosa celebración de Acción de Gracias con sus familias y amigos, y que hayan encontrado muchos motivos para dar gracias al Senior. Hoy entramos en un nuevo año litúrgico con el Primer Domingo de Adviento, un tiempo lleno de promesa, anhelo y renovación silenciosa. Mientras el mundo que nos rodea se apresura hacia la Navidad, el Adviento nos invita suavemente a reducir la velocidad y respirar la esperanza de la venida de Dios.
En este ciclo del Año A, nuestro Evangelio según san Mateo nos llama a “mantenernos despiertos” y a estar atentos a la presencia de Cristo, que ya está obrando en medio de nosotros. El Adviento no es simplemente una cuenta regresiva hacia el 25 de diciembre; es un tiempo sagrado para abrir nuestros corazones a la llegada continua de Dios: en la oración, en los sacramentos, en los demás y en los momentos inesperados de nuestra vida diaria.
El profeta Isaías, a quien escucharemos durante estas primeras semanas, nos presenta una visión de paz para todas las naciones: espadas convertidas en arados y lanzas en podaderas. Esta antigua promesa sigue hablando con fuerza a nuestro mundo de hoy. El Adviento nos desafía a permitir que Cristo ilumine los lugares oscuros de nuestra vida y a convertirnos en instrumentos de su paz.
Al encender la primera vela de la corona de Adviento—la vela de la Esperanza—recordamos que Dios no está distante. Él se acerca. Viene a fortalecer lo que es débil, a sanar lo que está herido y a despertar en nuestros corazones la plenitud de vida que Él desea para nosotros.
Que este tiempo santo nos ayude a cultivar la vigilancia, a profundizar nuestro anhelo por Cristo y a renovar nuestro compromiso de caminar en la luz del Señor. Comencemos el camino del Adviento con el corazón despierto y una gozosa expectativa. Y al ver encendido el árbol de regalos, pensemos también en encender una sonrisa en el rostro de quienes están necesitados, ofreciendo para ellos un regalo nacido de la generosidad de nuestros corazones.
¡Que Dios bendiga siempre a todos!
P. Stan














