5/11/25 - Cuarto Domingo de Pascua

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: 

En este Cuarto Domingo de Pascua, nos reunimos en lo que se conoce como el Domingo del Buen Pastor, un día en que escuchamos a Jesús hablarnos de su amor y su cuidado por nosotros: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco, y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás.” (Juan 10, 27–28) Estas palabras nos conmueven profundamente cada año, pero este año resuenan con una nota más solemne y conmovedora, porque en esta temporada de Pascua, nuestra Iglesia está de luto.

       Hace poco más de una semana, el sábado 26 de abril, fueron sepultados los restos mortales de nuestro Santo Padre, el Papa Francisco. El sucesor de Pedro, el pastor de la Iglesia universal, ha completado su peregrinación terrena. Lo encomendamos al Señor a quien sirvió con humildad, compasión y valentía. El Papa Francisco fue un hombre que trató, con todo su ser, de reflejar el rostro del Buen Pastor. Abrazó a los pobres, tendió la mano a los heridos, y nos recordó una y otra vez que la misericordia de Dios es más grande que nuestro pecado. Su pontificado nos llamó a ir a las periferias, a encontrar a Cristo allí, y a vivir el Evangelio no solo en teoría, sino en acción. Ahora, descansa en las manos del Pastor a quien tanto amó.

      Jesús dice: “Mis ovejas escuchan mi voz.” En un mundo lleno de ruido, miedo e incertidumbre, debemos escuchar con más atención que nunca. La voz del Buen Pastor aún nos habla: al corazón de los fieles, a los cardenales que se preparan para el cónclave, y a cada uno de nosotros. Recemos para que el Espíritu Santo guíe a la Iglesia en la elección de un nuevo papa, que escuche la voz de Cristo y conduzca a su rebaño con sabiduría y misericordia.

         Jesús también dice: “Yo las conozco.” Qué hermoso es que este domingo también celebremos el Día de las Madres. Recordamos a aquellas que nos han conocido y amado desde el principio: nuestras madres, abuelas, y todas las que han demostrado un amor maternal. Su amor refleja de forma única el amor tierno y profundo de Cristo. Como el buen pastor, una buena madre sabe proteger, guiar y alimentar a sus hijos con un amor fuerte y un sacrificio silencioso. Hoy las honramos con nuestra gratitud, nuestras oraciones y nuestro cariño.

         Mientras esperamos la elección de un nuevo papa, no estamos sin pastor. Cristo, el Buen Pastor eterno, no nos ha abandonado. Su mano sigue sosteniéndonos. Él nos asegura: “Nadie puede arrebatarlas de mi mano.” Por eso, incluso en este tiempo de pérdida y de espera, no estamos solos. Somos amados, guiados y protegidos.

        Así que hoy, oremos:

En acción de gracias por la vida y el testimonio del Papa Francisco, que descanse en paz.

Por los cardenales que pronto se reunirán en cónclave, que el Espíritu Santo los ilumine.

Por nuestras madres, vivas y difuntas, cuyo amor refleja el amor del Pastor.

Y por nosotros mismos, para que siempre sepamos reconocer la voz de Cristo y seguirlo con confianza. Que permanezcamos unidos, como un solo rebaño bajo un solo Pastor, mientras caminamos juntos en este momento sagrado de la vida de nuestra Iglesia.

     El domingo pasado bautizamos a 49 jóvenes que participan en el programa de educación religiosa, y que ahora serán pastoreados por Jesús mismo hacia la plenitud de la vida sacramental.

     Este fin de semana, damos gracias a Reina, que ha sacrificado su propio tiempo del Día de las Madres junto con sus voluntarios, sirviendo a los demás a través de la venta de flores.

¡Que Dios los bendiga a todos siempre!

P. Stan