2 de novembre de 2025 - Día de Todos los Santos
Queries hermanos y hermanas en Cristo:
En este Día de los Fieles Difuntos, nos reunimos para recordar a todos los que han muerto: a quienes aún llevamos con cariño en nuestro corazón y a aquellos que quizá ya no tienen a nadie que rece por ellos. En este sagrado acto de memoria, la Palabra de Dios habla directamente tanto a nuestro dolor como a nuestra esperanza. El libro de la Sabiduría nos recuerda: «Las almas de los justos están en las manos de Dios y ningún tormento las alcanzará». Aunque la muerte pueda parecer al mundo una pérdida o una tragedia, Dios contempla una verdad más profunda. Para los fieles, la muerte no es un final, sino un regreso al hogar: un paso hacia la paz que Dios ha prometido. Su esperanza, probada y purificada como el oro en el fuego, se cumple ahora en la presencia de Dios. El Evangelio confirma y fortalece esta promesa. Jesús nos asegura en Juan 6: «No rechazaré a nadie que venga a mí… y no perderé nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucitaré en el último día». Esta es la base firme de nuestra fe cristiana: el amor de Dios es incansable, protector y victorioso. Nadie confiado a Cristo se escapa de sus manos.
Hoy es un día de memoria entrañable. Honramos las vidas que han dado forma a la nuestra: padres, hijos, amigos, vecinos y generaciones anteriores. Podemos sentir el dolor de su ausencia, pero incluso ese dolor da testimonio del amor que permanece. En la oración, el dolor se transforma en confianza: confianza en que la misericordia de Dios es más grande que nuestra tristeza y más profunda que la tumba. Encomendemos cada alma al Señor con plena confianza en su promesa de vida eterna. Y que nuestro recuerdo nos impulse a vivir hoy con la fe, la compasión y el valor que nuestros seres queridos nos transmitieron, hasta que nos reencontremos en la luz eterna de Dios. Dales, Señor, el descanso eterno, y brille para ellos la luz perpetua.
Al visitar y honrar las tumbas y los restos de nuestros queridos difuntos, recordemos que sus almas están plenamente vivas ante Dios: ahora en pie de asombro, adoración y maravilla ante la hermosura de la creación y la redención, contemplando la majestad del Creador y Redentor.
Conociendo nuestra fragilidad humana, podemos pensar que nuestros seres queridos aún pasan por la purificación del purgatorio, y ese pensamiento puede preocuparnos. Sin embargo, la Iglesia enseña que el purgatorio es un lugar de misericordia, donde toda huella de egoísmo es purificada y el alma es iluminada por la plenitud del amor de Dios. Prepara al alma para presentarse ante el Señor en total verdad y libertad. Al reconocer la inmensidad del amor de Dios y la armonía de todas las relaciones en Él, el alma se abre a la alegría de la vida eterna. Por eso oramos, ayunamos y ofrecemos sacrificios por los fieles difuntos: para ayudarles con amor en su camino hacia la plenitud de la presencia de Dios.
¡Dios les bendiga siempre!
P. Stan














