12/1/24 - Primer domingo de Adviento
Queridas Hermanas y Hermanos,
El significado del Adviento es central para esta temporada, y comprender su profundidad puede enriquecer nuestra celebración tanto de la temporada litúrgica como de la venida de Cristo.
La palabra “Adviento” proviene del latín adventus, que significa “venida” o “llegada”. Es una temporada que marca la anticipación de la venida de Cristo.
El Adviento tiene dos dimensiones principales: La Primera Venida: El evento histórico del nacimiento de Cristo en Belén, que celebramos en Navidad. La Segunda Venida: El regreso futuro de Cristo en gloria, cuando Él traerá el cumplimiento del Reino de Dios, juzgará a los vivos y a los muertos, y pondrá fin al sufrimiento y al pecado. El Adviento es, por lo tanto, un tiempo de espera y preparación no solo para la celebración del nacimiento de Jesús, sino para Su regreso final al final de los tiempos.
El Adviento nos llama a cultivar un espíritu de esperanza, una esperanza que es tanto pasada como futura. Recordamos la antigua esperanza de los israelitas mientras aguardaban la venida del Mesías, y también esperamos el cumplimiento de las promesas de Dios en la segunda venida de Cristo. Las lecturas del Adviento subrayan la anticipación de algo más grande. Por ejemplo, el profeta Jeremías (33:14-16), habla de la venida de un rey justo de la línea de David, una profecía que se cumple plenamente en Jesús. Esa esperanza es un tema clave del Adviento: Cristo viene, y con Su venida llega la justicia, la paz y la salvación.
En Adviento, se nos llama a prepararnos espiritualmente. Pero esta preparación no se trata solo de montar un pesebre o comprar regalos; se trata de examinar nuestros corazones y nuestras vidas. El Adviento nos invita a renovar nuestra fe, reorientar nuestras vidas y reflexionar sobre cómo estamos viviendo a la luz de la venida de Cristo. En el Evangelio de Lucas 21:25-36, Jesús insta a sus discípulos a estar vigilantes y atentos, diciendo: “Manténganse despiertos en todo momento, orando para que tengan la fuerza de escapar de todo lo que va a suceder.” Esta vigilancia no se trata solo de estar alertas físicamente; se trata de estar espiritualmente despiertos, atentos a la presencia de Dios en nuestras vidas y listos para responder a Su llamado. El Adviento nos desafía a mirar dentro de nosotros mismos y preguntar: ¿Estamos listos para que Cristo entre en nuestras vidas nuevamente de una manera más profunda?
El Adviento también sirve como una limpieza espiritual de primavera, una oportunidad para renovar nuestra relación con Dios y preparar nuestros corazones para la venida de Cristo. La Iglesia fomenta la confesión, la oración y los actos de caridad durante el Adviento, para que no solo anticipemos el nacimiento de Cristo, sino que estemos listos para recibirlo en nuestros corazones. Es un tiempo para reconectarnos con nuestras raíces espirituales, para detenernos y reflexionar sobre dónde estamos en nuestro camino de fe.
El Adviento llega durante el tiempo más oscuro del año, tanto en términos de la estación como de nuestras vidas espirituales. Los días son más cortos, las noches más largas y el mundo parece más frío. Sin embargo, el profundo simbolismo del Adviento nos recuerda que Cristo, la Luz del Mundo, viene para disipar la oscuridad. Por eso, el Adviento a menudo se representa con la Corona de Adviento, cuyas velas simbolizan la luz creciente a medida que nos acercamos a la Navidad. La luz es tanto un símbolo del nacimiento de Cristo como un recordatorio de Su promesa de regresar nuevamente para traer iluminación plena a nuestras vidas.
El Adviento no es solo un viaje personal; es un tiempo para que la comunidad de creyentes se reúna y espere juntos. Así como el pueblo de Israel anhelaba al Mesías, nosotros somos llamados a esperar juntos como Iglesia, unidos en oración y esperanza. Las lecturas y oraciones de la temporada nos invitan a reflexionar sobre cómo nosotros, como Cuerpo de Cristo, nos estamos preparando para Su venida.
Para ayudar a fomentar este sentido más profundo de preparación, la Iglesia fomenta prácticas específicas durante el Adviento:
Oración y Reflexión: Usa el tiempo del Adviento para dedicar más tiempo a la oración, leer la Escritura o asistir a Misa más regularmente. Reflexiona sobre el significado de la temporada y cómo se aplica a tu vida.
Confesión: El Adviento ofrece una oportunidad especial para el renovamiento espiritual a través del Sacramento de la Reconciliación. Esta es una oportunidad para purificar tu corazón en preparación para la venida del Señor.
Actos de Caridad: El Adviento es un tiempo para servir a los demás, especialmente a los necesitados. Esto nos ayuda a enfocarnos menos en nosotros mismos y más en los demás, y refleja el amor y la generosidad del Cristo para el cual nos estamos preparando.
Ayuno y Penitencia: Aunque no tan estrictos como durante la Cuaresma, el Adviento puede ser aún un tiempo para prácticas penitenciales que profundicen nuestra vida espiritual. Esto podría implicar pequeños sacrificios o actos de autodisciplina que nos ayuden a enfocarnos en lo que realmente importa. El Adviento nos desafía a asegurarnos de que nuestros corazones estén preparados para recibir a Cristo, no solo en Navidad, sino cada día.
¡Dios bendiga a todos siempre!
P. Stan