11/17/24 -TRIGESIMO TERCER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
Queridas Hermanas y Hermanos,
Las lecturas de este Domingo nos invitan a reflexionar sobre temas de vigilancia, esperanza y preparación. Nos encontramos acercándonos al final del Año litúrgico, y la Iglesia, a través de la Escritura, dirige nuestra atención hacia la culminación de todas las cosas y la segunda venida de Cristo. Este tiempo del año nos pide que reflexionemos profundamente sobre la realidad de las promesas de Dios y nuestra disposición para encontrarlo.
En la primera lectura del libro de Daniel, escuchamos acerca de un tiempo de gran angustia, pero con la promesa de liberación para aquellos que permanecen fieles. La visión de Daniel habla de justicia definitiva: un tiempo en el que los que duermen en el polvo de la tierra despertaran, algunos para la vida eterna y otros para la desgracia eterna. Esta imagen tiene el propósito de recordarnos que, sin importar las tribulaciones que enfrentemos, el plan de Dios es el de la redención definitiva para sus fieles.
El Salmo responsorial refleja una profunda confianza en el Señor: “Tu eres mi herencia, Señor”. Destaca la alegría y la seguridad que se encuentran en la presencia de Dios. La confianza del salmista nos recuerda que cuando ponemos al Señor siempre delante de nosotros, no seremos sacudidos. Esta seguridad fortalece nuestra resolución de permanecer fieles, sabiendo que en la presencia de Dios, hay plenitud de alegría y deleite eterno.
En la segunda lectura se nos recuerda el sacrificio perfecto y singular de Jesucristo. Su única ofrenda ha perfeccionado para siempre a los santificados. Este pasaje nos asegura que nuestros pecados han sido perdonados a través del acto supremo de amor de Cristo, y donde hay perdón, ya no hay ofrenda por el pecado. Es un llamado a vivir confiados en la gracia que Cristo ha asegurado para nosotros.
El Evangelio de hoy presenta la enseñanza de Jesus sobre el fin de los tiempos. Habla de disturbios cósmicos y de la reunión de los elegidos. Esta palabras, aunque inquietantes a primera vista, no pretenden infundir miedo, sino alentar un corazón vigilante. “El cielo y la tierra pasaran, pero mis palabras no pasaran jamas”, nos asegura Jesus. En estas palabras encontramos la seguridad de que, en medio de la naturaleza transitoria del mundo, las promesas de Dios son inmutables.
Entonces, ¿Cómo vivimos a la luz de estas lecturas? La respuesta esta en la vigilancia y la esperanza activa. Estar vigilantes no significa vivir con ansiedad, sino vivir cada dia con un propósito, arraigado en nuestra fe. Significa alinear nuestras vidas con la voluntad de Dios, tomando decisiones que reflejen su amor, justicia y misericordia. Se trata de estar espiritualmente despiertos, asegurando que nuestros corazones y mentes estén abiertos a su presencia en nuestra vida diaria. La esperanza activa, por otro lado, nos invita a relacionarnos con el mundo que nos rodea a través de actos de amor y servicio. Nos preparamos para la venida de Cristo no retirándonos de la vida, sino participando plenamente en ellas, encarnando el Evangelio a través de nuestras acciones. De esta manera, contribuimos a construir su reino aquí en la tierra mientras esperamos su cumplimiento.
Al acercarnos al Adviento y a la celebración de la primera venida de Cristo, recordemos también su promesa de volver. Seamos un pueblo que viva con una expectativa gozosa, inquebrantable en la fe y rico en amor. Que podamos permanecer firmes, como los sabios que “brillan intensamente”, como describió Daniel, guiando a otros hacia la rectitud y encarnando la esperanza que se encuentra solo en Cristo.
Dios les bendiga a todos siempre!!!
P. Stan