10/20/24 -VIGESIMO NOVENO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

Queridas Hermanas y Hermanos,

 

     El Evangelio de este Domingo nos ofrece una lección poderosa sobre lo que significa ser grande a los ojos de Dios. La petición de Santiago y Juan de sentarse a la derecha y a la Izquierda de Jesus en su gloria nos enseña a redefinir la grandeza, no como poder o estatus mundano, sino como servicio humilde. Este mensaje resuena profundamente en nuestro tiempo, donde la ambicion y la autopromoción a menudo dominan nuestros valores culturales.

   Santiago y Juan se acercan a Jesus con una petición audaz: “Concedenos que en tu gloria nos sentemos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. Su deseo no es del todo equivocado; ellos realmente desean estar cerca de Jesus y compartir su misión. Sin embargo, todavía piensan en términos de honor y prestigio mundanos. Jesus, con paciencia, los ayuda a ellos-- y a nosotros—a entender que el camino hacia la verdadera grandeza es diferente de lo que imagina.

   Jesus responde con una pregunta: ¿”Podeis beber el caliz que yo bebo o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?” El “caliz” y el “bautismo” a los que se refiere simbolizan su sufrimiento y muerte, el Acto supremo de amor abnegado. Seguir a Jesus significa compartir su amor sacrificial y abrazar la cruz. No es un llamado a buscar el sufrimiento por el sufrimiento mismo, sino un recordatorio de que el verdadero discipulado implica entregar la vida por los demás.

   Cuando los otros discípulos escuchan la petición de Santiago y Juan, se indignan. Tal vez sienten que Santiago y Juan están tratando de obtener una ventaja injusta o afirmar su superioridad. En su reacción, vemos la tendencia humana común a competir por estatus y reconocimiento. Jesus aprovecha esta oportunidad para enseñar una visión radicalmente diferente: “El que quiera ser grande entre ustedes será su servidor, el que quiera ser el primero entre ustedes será esclavo de todos”.

   Este es el corazón del mensaje cristiano: la grandeza se encuentra en el servicio, no en la dominación. El mundo a menudo equipara el éxito con el poder, la riqueza y la influencia, pero Jesus le da la vuelta a esta nocion. En el reino de Dios, los mas grandes son aquellos que se dan a si mismos por los demás, que aman sin contar el costo y que sirven sin buscar recompensa. Jesus mismo es el ejemplo perfecto de este amor que se entrega a si mismo, ya que “no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”.

   Al reflexionar sobre este Evangelio, podemos preguntarnos: ¿Qué significa para nosotros seguir el ejemplo de servicio de Jesus en nuestra vida diaria? No siempre implica grandes gestos; a menudo se manifiesta en pequeño actos de bondad, generosidad y humildad. Puede significar poner las necesidades de los demás antes que las nuestras, escuchar pacientemente a alguien en apuros u ofrecer nuestro tiempo y recursos para ayudar a los necesitados. Estos son los momentos en los que bebemos de la “copa” de la que hablo Jesus, cuando participamos en su sacrificio amoroso.

   El mensaje del Evangelio de hoy es también un llamado a la Iglesia a vivir como una comunidad de servidores. Nuestros ministerios, liturgias y actividades de divulgación deben reflejar la humildad y el altruismo de Cristo. De esta manera, damos testimonio al mundo de que la grandeza no consiste en elevarnos a nosotros mismos, sino en elevar a los demás. Por lo tanto, aceptemos el desafio de servir con amor, sabiendo que cuando nos entregamos, estamos realmente siguiendo el camino de nuestro Señor. Que encontremos en el ejemplo de Cristo el coraje para beber la copa del sacrificio y la alegría de compartir su gloria, que no se encuentra en el poder, sino en el servicio humilde. Que este mensaje nos inspire a vivir nuestra fe a través de actos de servicio y amor en nuestra vida diaria.

Dios les bendiga a todos siempre!!!

P. Stan